jueves, 23 de mayo de 2013

Amor de sombras



No sé qué me derrumba más:
si mi cuarto
o la penumbra que lo cerca;
si la noche
o la incertidumbre
de un dia que no llega;
si el silencio
o la espina
de este amor sombrío
que nos tiene crucificados,
uno al otro,
sin esperanza de redención.

-Te amo,
en esta sombra perenne
de angustias y mentiras.
Te amo,
en este rito extraño y estéril,
pero persistente,
como el golpe del oleaje
o el vuelo del murciélago.

Me he perdido mil veces
en tus ojos infinitos
y he oído tus lamentos
mucho tiempo.

-Me amas,

con miedo y desesperación,
temiéndole a la sombra que nos rodea
y que nos hace prisioneros
de nuestro sexo.
Me amas con dolor,
como con ausencia,
y has oído todos mis lamentos
y tienes para mi un nido en tus pupilas,

Te has perdido
en mis ojos tristes,
y acurrucas tu forma
en mis cansados brazos.

Nos amamos en cruz entre las sombras,
abrazados a un sueño irrealizable.

Tu cuerpo,
este crepúsculo,
no invita al abrazo
sino a la cópula atrevida...

Copulemos sin descanso
en lo que queda de la noche estrecha.

Ábreme tu cuerpo
para depositar en él
el signo de mi derrota.

Por ella,
nuestro amor se mantiene
con persistencia letal,
en vana espera de que el día llegue
e ilumine nuestras sábanas arrugadas,
sucias,
olorosas a noche,
a sexo;
pero que no llegue,
para seguir amándonos;
pero que llegue,
para separarnos de este abrazo implacable
que nos aferra a la sombra,
y mostrarle a la luz
la prueba de nuestro amor de sombras.

Nos amamos
con religiosidad,
casi con veneración,
complacidos de las sombras
y del mismo miedo,
deseosos de continuar
revueltos en nuestras sábanas,
fragantes a sudor, saliva y sexo,
pero nuestras,
nuestras,
como el amor que nos castiga en sombras.

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